El
amor en los tiempos del cólera
Gabriel García Márquez
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Gabriel García Márquez
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“El
bisturí es la prueba mayor del fracaso de la medicina”. Pensaba que con un
criterio estricto todo medicamento era veneno y que el setenta por ciento de
los alimentos corrientes apresuraban la muerte. “En todo caso -solía decir en
clase-, la poca medicina que se sabe sólo la saben algunos médicos.”
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No
había nadie más elegante que ella para dormir, con un escorzo de danza y una
mano sobre la frente, pero tampoco había nadie más feroz cuando le perturbaban
la sensualidad de creerse dormida cuando ya no lo estaba. El doctor Urbino
sabía que ella permanecía pendiente del menor ruido que él hiciera, y que
inclusive se lo habría agradecido, para tener a quien echarle la culpa de
despertarla a las cinco del amanecer.
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Tanto
era así, que en las pocas ocasiones en que tenía que tantear en las tinieblas
porque no encontraba las pantuflas en el lugar de siempre, ella decía de pronto
con voz de entre sueños: “Las dejaste anoche en el baño”. Enseguida, con la voz
despierta de rabia, maldecía:
- La
peor desgracia de esta casa es que no se puede dormir.
Entonces
se volteaba en la cama, encendía la luz sin la menor clemencia consigo misma,
feliz con su primera victoria del día. En el fondo era un juego de ambos,
mítico y perverso, pero por lo mismo reconfortante: uno de los tantos placeres
peligrosos del amor domesticado. Pero fue por uno de esos juegos triviales que
los primeros treinta años de vida en común estuvieron a punto de acabarse
porque un día cualquiera no hubo jabón en el baño.
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La
bañera era una de las tantas porquerías de los europeos, que sólo se bañaban el
último viernes de cada mes, y lo hacían además dentro del caldo ensuciado por
la misma suciedad que pretendían quitarse del cuerpo.
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No
hay mayor gloria que morir por amor.
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Era
todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos
recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos
sobrellevar el pasado.
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De
modo que la tarde en que vio las golondrinas en los cables de luz repasó su
pasado desde el recuerdo más antiguo, repasó sus amores de ocasión, los
incontables escollos que había tenido que sortear para alcanzar un puesto de
mando, los incidentes sin cuento que le había causado su determinación
encarnizada de que Fermina Daza fuera suya, y él de ella por encima de todo y
contra todo, y sólo entonces descubrió que se le estaba pasando la vida.
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De
modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras
tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que
aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y
entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor
calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado
por el desorden de los instintos.
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Era
una mala época para ser joven: había un modo de vestirse para cada edad, pero
el modo de la vejez empezaba poco después de la adolescencia, y duraba hasta la
tumba. Era, más que una edad, una dignidad social. Los jóvenes se vestían como
sus abuelos, se hacían más respetables con los lentes prematuros, y el bastón
era muy bien visto desde los treinta años. Para las mujeres sólo había dos
edades: la edad de casarse, que no iba más allá de los veintidós años, y la edad
de ser solteras eternas: las quedadas. Las otras, las casadas, las madres, las viudas,
las abuelas, eran una especie distinta que no llevaba la cuenta de su edad en relación
con los años vividos, sino en relación con el tiempo que les faltaba para morir.
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“Al
pobre y al feo, todo se les va en deseo”
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“Recuerda
siempre que lo más importante de un buen matrimonio no es la felicidad sino la
estabilidad”.
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“No
creo en Dios, pero le tengo miedo”
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Florentino
Ariza había previsto que esa noche ocurrirían las cosas así, y se retiró. Ya en
la puerta del camarote trató de despedirse con un beso, pero ella le puso la
mejilla izquierda. Él insistió, ya con la respiración entrecortada, y ella le
ofreció la otra mejilla con una coquetería que él no le había conocido de
colegiala. Entonces insistió por segunda vez, y ella lo recibió en los labios,
lo recibió con un temblor profundo que trató de sofocar con una risa olvidada
desde su noche de bodas.
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“El
amor se hace más grande y noble en la Calamidad”
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No
se sentían ya como novios recientes, al contrario de lo que el capitán y
Zenaida suponían, y menos como amantes tardíos. Era como si se hubieran saltado
el arduo calvario de la vida conyugal, y hubieran ido sin más vueltas al grano
del amor. Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la
vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de
las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor. Pues
habían vivido juntos lo bastante para darse cuenta de que el amor era el amor
en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca
de la muerte.
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Transcurrían
en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las
trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los
espejismos de los desengaños: más allá del amor. Pues habían vivido juntos lo
bastante para darse cuenta de que el amor era el amor en cualquier tiempo y en
cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte.
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GLOSARIO
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Peroratas: Discurso largo y poco oportuno
que se hace con cierto apasionamiento y vehemencia.
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Indómito: Que es difícil de someter,
guiar o controlar.
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Mustio: Que está triste, abatido o
melancólico.
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Lánguida: Que está abatido o falto de
ánimo o alegría.
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Macilenta: Que está flaco y demacrado o
tiene la cara flaca y pálida.
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Regodeo: Sentimiento de complacencia ante
un percance o desgracia sufrido por alguien.
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Inexorable: Que no se puede evitar,
eludir o detener.
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Axiomas: Proposición o enunciado tan
evidente que se considera que no requiere demostración.
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Embuste: Mentira, en especial la que es
muy grande o evidente.
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Tozudez: Que se mantiene firme o inamovible
en su actitud, aunque se le den razones en contra.
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Resiliencia: En psicología, capacidad que
tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un
ser querido, un accidente, etc.
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Palestra: Lugar en el que se celebran
ejercicios literarios públicos o desde donde se habla o actúa en público.
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Chécheres: Muebles o utensilios
domésticos de poca o ninguna utilidad que se suelen almacenar.
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Súcubo: Que bajo la apariencia de mujer
mantiene relaciones sexuales con un hombre.
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Inerme: Que está desprovisto de armas
para defenderse.