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  • El amor en los tiempos del cólera

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    “El bisturí es la prueba mayor del fracaso de la medicina”. Pensaba que con un criterio estricto todo medicamento era veneno y que el setenta por ciento de los alimentos corrientes apresuraban la muerte. “En todo caso -solía decir en clase-, la poca medicina que se sabe sólo la saben algunos médicos.”

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    No había nadie más elegante que ella para dormir, con un escorzo de danza y una mano sobre la frente, pero tampoco había nadie más feroz cuando le perturbaban la sensualidad de creerse dormida cuando ya no lo estaba. El doctor Urbino sabía que ella permanecía pendiente del menor ruido que él hiciera, y que inclusive se lo habría agradecido, para tener a quien echarle la culpa de despertarla a las cinco del amanecer.

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    Tanto era así, que en las pocas ocasiones en que tenía que tantear en las tinieblas porque no encontraba las pantuflas en el lugar de siempre, ella decía de pronto con voz de entre sueños: “Las dejaste anoche en el baño”. Enseguida, con la voz despierta de rabia, maldecía:

    - La peor desgracia de esta casa es que no se puede dormir.

    Entonces se volteaba en la cama, encendía la luz sin la menor clemencia consigo misma, feliz con su primera victoria del día. En el fondo era un juego de ambos, mítico y perverso, pero por lo mismo reconfortante: uno de los tantos placeres peligrosos del amor domesticado. Pero fue por uno de esos juegos triviales que los primeros treinta años de vida en común estuvieron a punto de acabarse porque un día cualquiera no hubo jabón en el baño.

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    La bañera era una de las tantas porquerías de los europeos, que sólo se bañaban el último viernes de cada mes, y lo hacían además dentro del caldo ensuciado por la misma suciedad que pretendían quitarse del cuerpo.

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    No hay mayor gloria que morir por amor.

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    Era todavía demasiado joven para saber que la memoria del corazón elimina los malos recuerdos y magnifica los buenos, y que gracias a ese artificio logramos sobrellevar el pasado.

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    De modo que la tarde en que vio las golondrinas en los cables de luz repasó su pasado desde el recuerdo más antiguo, repasó sus amores de ocasión, los incontables escollos que había tenido que sortear para alcanzar un puesto de mando, los incidentes sin cuento que le había causado su determinación encarnizada de que Fermina Daza fuera suya, y él de ella por encima de todo y contra todo, y sólo entonces descubrió que se le estaba pasando la vida.

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    De modo que palpó sus órganos internos con más intención que atención, y mientras tanto iba olvidándose de su propia sabiduría y descubriendo asombrado que aquella criatura de maravilla era tan bella por dentro como por fuera, y entonces se abandonó a las delicias del tacto, no ya como el médico mejor calificado del litoral caribe, sino como un pobre hombre de Dios atormentado por el desorden de los instintos.

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    Era una mala época para ser joven: había un modo de vestirse para cada edad, pero el modo de la vejez empezaba poco después de la adolescencia, y duraba hasta la tumba. Era, más que una edad, una dignidad social. Los jóvenes se vestían como sus abuelos, se hacían más respetables con los lentes prematuros, y el bastón era muy bien visto desde los treinta años. Para las mujeres sólo había dos edades: la edad de casarse, que no iba más allá de los veintidós años, y la edad de ser solteras eternas: las quedadas. Las otras, las casadas, las madres, las viudas, las abuelas, eran una especie distinta que no llevaba la cuenta de su edad en relación con los años vividos, sino en relación con el tiempo que les faltaba para morir.

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    “Al pobre y al feo, todo se les va en deseo”

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    “Recuerda siempre que lo más importante de un buen matrimonio no es la felicidad sino la estabilidad”.

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    “No creo en Dios, pero le tengo miedo”

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    Florentino Ariza había previsto que esa noche ocurrirían las cosas así, y se retiró. Ya en la puerta del camarote trató de despedirse con un beso, pero ella le puso la mejilla izquierda. Él insistió, ya con la respiración entrecortada, y ella le ofreció la otra mejilla con una coquetería que él no le había conocido de colegiala. Entonces insistió por segunda vez, y ella lo recibió en los labios, lo recibió con un temblor profundo que trató de sofocar con una risa olvidada desde su noche de bodas.

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    “El amor se hace más grande y noble en la Calamidad”

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    No se sentían ya como novios recientes, al contrario de lo que el capitán y Zenaida suponían, y menos como amantes tardíos. Era como si se hubieran saltado el arduo calvario de la vida conyugal, y hubieran ido sin más vueltas al grano del amor. Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor. Pues habían vivido juntos lo bastante para darse cuenta de que el amor era el amor encualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte.

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    Transcurrían en silencio como dos viejos esposos escaldados por la vida, más allá de las trampas de la pasión, más allá de las burlas brutales de las ilusiones y los espejismos de los desengaños: más allá del amor. Pues habían vivido juntos lo bastante para darse cuenta de que el amor era el amor en cualquier tiempo y en cualquier parte, pero tanto más denso cuanto más cerca de la muerte.

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    GLOSARIO

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    -        Peroratas: Discurso largo y poco oportuno que se hace con cierto apasionamiento y vehemencia.

    -        Indómito: Que es difícil de someter, guiar o controlar.

    -        Mustio: Que está triste, abatido o melancólico.

    -        Lánguida: Que está abatido o falto de ánimo o alegría.

    -        Macilenta: Que está flaco y demacrado o tiene la cara flaca y pálida.

    -        Regodeo: Sentimiento de complacencia ante un percance o desgracia sufrido por alguien.

    -        Inexorable: Que no se puede evitar, eludir o detener.

    -        Axiomas: Proposición o enunciado tan evidente que se considera que no requiere demostración.

    -        Embuste: Mentira, en especial la que es muy grande o evidente.

    -        Tozudez: Que se mantiene firme o inamovible en su actitud, aunque se le den razones en contra.

    -        Resiliencia: En psicología, capacidad que tiene una persona para superar circunstancias traumáticas como la muerte de un ser querido, un accidente, etc.

    -        Palestra: Lugar en el que se celebran ejercicios literarios públicos o desde donde se habla o actúa en público.

    -        Chécheres: Muebles o utensilios domésticos de poca o ninguna utilidad que se suelen almacenar.

    -        Súcubo: Que bajo la apariencia de mujer mantiene relaciones sexuales con un hombre.

    -        Inerme: Que está desprovisto de armas para defenderse.

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